LA PRECOCIDAD DE GYRINNO
CYDNO DE MYTILENE
LAS CANCIONES LESBIANAS
PAG. 118-120
Ya no hay verdadera infancia.
Mi amiga Baukis, la viuda de aquel obeso mercader que tanto nos regocijaba con su obscenidad glotona, tuvo que ausentarse la semana pasad, y al parir para el Asia Menos, meconfío su hijita de nueve años, Gyrinno.
Maternalmente acogía a la pequeñita en mi lecho, sin ocuparme de otra cosa que velar con las sábanas su inocente impudicia. Pero he aquí que de súbito me despierta un cosquilleo delicioso.
Azul, bajo el claro de luna que nos posee entrambas, desnuda sobre mi vientre, que ella ha descubierto con gran sigilo para no desvelarme, la niña me hace la suprema caricia, mejor, si cabe, que Deyanira o Atalanta…
A su regreso, Naukis me interroga risueña:
-Que tal ¿Gyrinno ha sido prudente?
Entoces, ruborosa, le confieso, a media voz, los sucedido… Baukis me interrumpe, entre dos besos ardientes de tórtola:
-Tranquilízate, querido Cydno. Soy yo quien la ha educado…
Por su parte, la sutil Gyrinno tiene disposiciones no menos felices que las de su maestra.
Esa misma noche nos acostamos las tres juntas. La parvulilla nos admira con sus invenciones.
Sus nueve años saben más de la ciencia amorosa que las nueve musas del saber divino y humano. Nos pasa los labios a su madre y a mí por los treinta y ocho lugares del cuerpo que más sensibles son a la caricia de una boca generosa y experta.
Y su intuición del placer nos enloquece con la prudente simultaneidad que sabe Gyrinno poner entre los halagos de su lengua y los escarceos de sus dedos agiles y errantes.
Finalmente, en el ambiente hechizado y perverso de la alta noche, próxima ya la aurora, la sentamos sobre los almohadones como un idolillo desnudo, y la adoramos, turnando…
Aún me parece verla: Sus ojos desmesuramente abiertos, lucían como dos esmeraldas enorme; diríase que querían salírsele de las orbitas.
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